Diario de una escritora de novela lésbica #50

En realidad, la historia continúa escribiéndose aunque yo no toque ni una sola tecla.

Empiezo como acabé ayer:

Cada historia necesita su espacio y su tiempo.

Hay veces que me obstino con historias que no salen fluidas, pero que por cabezonería me obligo a avanzar, a dejar cerradas.

Cuando estoy con una historia es habitual que se me crucen otras historias y pierdo el interés en la original.

Quizá porque este diario me ha acompañado, quizá porque es la mejor historia que he escrito hasta ahora, quizá porque la historia tenía su espacio y su tiempo, el caso es que es la primera vez que al escribir una novela siento que estoy donde debo estar, que estoy escribiendo lo que toca y cuando toca.

No me he aburrido en ningún momento, he llegado al final con la fuerza y la atención justas (quizá algo cansada), y puede que la escena final que he escrito hoy no sea la mejor, pero sé que tengo una buena historia en las manos.

Ahora toca dejarla reposar, oxigenarla y oxigenarme.

No obstante, sé de sobras que estas cuatro protagonistas van a estar rondándome en la cabeza durante un tiempo, rellenando los huecos que he dejado vacíos, contándome más de sus movidas para que, cuando retome la novela para el segundo borrador, sepa dónde ir colocando las piezas para ir afinando la historia.

En realidad, la historia continúa escribiéndose aunque yo no toque ni una sola tecla.

[Palabras escritas hoy: 601]

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