Diario de una escritora de novela lésbica #37

Hace unos días escribí que cuando no sabía qué hacer con mis personajes, los ponía a comer.
Hoy he caído en que cuando no sé dónde ubicar mi novela, la localizo en Madrid.

¿Por qué? Me lo puedo imaginar.

Viví en Madrid unos años, cuando me fui a estudiar la carrera, y es una ciudad que se me ha quedado dentro.
«Los libros de Nico y Carla» se ambientan ahí. También parte de «Sea» y de manera velada en «Último atardecer en Lisboa».

Hasta que llegué a «Una estrella danzante» y me rebelé. ¿Por qué localizar todo en Madrid? Voy a inventarme una ciudad para Jana y su equipo. Ahora sé que se llama Adamstown.

«Mi mentira más sincera» la ubiqué en Zaragoza, mi ciudad porque era parte de la historia.

En «Todos los besos que no di» también está ambientado en una ciudad inventada.

Y en «La gran sonrisa» seguí la línea de «Una estrella danzante» y cree una ciudad nueva, esta vez con nombre propio, Wickby, y hasta moneda (los kipis).

A la hora de contar una historia el territorio es importante. Otras veces es mero decorado. Pero me hace ilusión esto de crear un worldbuilding propio y alejarme del centralismo de Madrid.

Todavía dudo de dónde ubicar la novela que estoy escribiendo. La estoy localizando en Madrid, porque sí hay cosas que me obligan a ello, pero estoy valorando seguir la línea de la(s) ciudad(es) inventada(s), si no para esta novela, sí para el resto de las que vaya escribiendo.

Tengo en la cabeza un mapa y no pararé hasta recorrer cada uno de sus rincones.

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