Diario de una escritora de novela lésbica #36

¿Qué escribir mientras estás escribiendo?

A veces los días son un bucle. Repito temas. Doy vueltas a lo mismo.

Escribir es una obsesión.

O mejor dicho, escribo sobre mi última obsesión: el tiempo que nos han robado a las personas queer nacidas en los 80 y 90.

Ya escribí sobre ello en «Todos los besos que no di». Una novela corta navideña a la que le guardo tremendo cariño porque creo que quedó muy bien expresado lo que quise contar. Y eso, querida, no es sencillo.

Infancias robadas, primeros amores hurtados, educación sexual expoliada. ¿De qué me iba a servir a mí ponerle un preservativo a un plátano? Pero encima da gracias de que tuviéramos una clase de educación sexual.

Siempre la amiga que escucha las aventuras de otras, el paño de lágrimas, la que debe fingir que sabe de lo que habla cuando habla de sexo (aunque sólo lo hubiera leído en la Nuevo Vale).

Sentimientos frustrados, confusos, innombrados porque no teníamos un diccionario propio.

Lo que hubiera ligado yo si hubiera entendido lo que me pasaba.

Me agarro a este tema, el de la temporalidad queer, para que la novela no pierda el rumbo, la coherencia.

Si me distraigo, algo muy habitual, debo obligarme a volver al punto.

Me sirve a mí y le sirve a la lectora que no termina la novela pensando: «¿Qué cojones me ha querido contar esta tía?».

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