Mujer, feminista, lesbiana

Yo me reconocí como mujer antes que como lesbiana. Que pensaréis “Vaya ababolada* te acabas de clavar, A. M.”. Puede ser, pero cuando eres pequeña y te encanta jugar al fútbol con los chicos, recibes apelativos que te hacen dudar. Que si marimacho, que si chicazo, que si qué poco señorita eres…

Viajad conmigo a los 90. Tendría unos 12 años y el busto bastante desarrollado. Fue como un golpe en la cabeza con un madero. Estaba en el patio del colegio, con mi perenne coleta y el chándal de Educación Física, jugando al fútbol, disfrutando (porque era buena, mejor que muchos de mis compañeros), cuando caí en que era diferente a ellos. No era un chico, pero es que tampoco lo quería ser. Era una chica, sería una mujer en unos años y estaba, en cierto modo, orgullosa de serlo. Era tan chica como mis compañeras, que odiaban el fútbol y se pasaban el recreo hablando de «cosas de mujeres» y jugando a la goma.

Aún tardaría en soltarme la melena, y tardaría muchísimo más en definirme como feminista y, posteriormente, lesbiana.

Pero eso ya es otra historia.

Una amapola en medio de un campo agreste. Así era yo

 

*En Aragón, ababol tiene una doble acepción. Por un lado se refiere a la amapola, y por otro se denomina ababol a una persona simple, con pocas luces.

A. M. limpia, fija y da esplendor 🙂

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