Capítulo 9: Derribando puentes

(¡) Este capítulo contiene trazas de sexo. Manejar con cuidado. Manténgase alejado de los/as niños/as.

Se nota que no es la primera vez que Mamen lo hace con una chica que nunca ha tenido sexo lésbico. Es muy atenta y cariñosa.
Le estoy esperando sentada en su cama. Ella ha ido a por un poco de agua para mi. Aprovecha su paso por el salón para comentarle a sus compañeros de piso que tiene compañía. Oigo que le dicen algo en tono burlón.
Cuando vuelve a la habitación trae una botella llena de agua, un vaso y una sonrisa preciosa.
-Hola -dice mientras llena el vaso.
-Hola -le respondo sonriendo.
Me lo da y me lo bebo de un trago. Tengo la boca seca pero, contra todo pronóstico, no tengo ganas de ir al baño.
Es la misma iluminación que la primera vez, aquella en la que salí huyendo. El mismo dorado de su piel, el mismo vello erizado de los brazos.
-¿Me perdonas? -le pregunto.
-¿Por qué? ¿Por asaltarme por la calle? -dice riendo.
-No… -me pongo roja al recordarlo. -Por salir corriendo el sábado.
Mamen me pone un mechón detrás de la oreja.
-Sí, te perdono. Pero no lo vuelvas a hacer -dice apuntándome con el dedo. El dedo…
Niego con la cabeza como una niña a la que le han echado la bronca.
Para que me crea que esta vez voy en serio, me acerco a su boca y le beso. Esta vez, con más calma que en la calle. Mamen me devuelve el beso y en pocos minutos, volvemos a estar donde lo dejamos el sábado. Con una excepción: cuando Mamen me va a quitar el jersey, me quedo quieta y le dejo hacer.
Una vez superada esta primera barrera, las cosas se precipitan y siento que pierdo el control poco a poco. Más que perderlo, se lo cedo a Mamen que se siente más cómoda manejando mi cuerpo, tumbandolo en la cama y acariciándolo suavemente.
Me dejo llevar.
Me dejo besar, morder, lamer.
Mamen recorre cada palmo de mi piel con sus manos seguras, sus labios suaves y su lengua húmeda.
A mi me vienen oleadas de su olor conforme sube y baja. Es dulce pero comienza a notarse el aroma de la transpiración.
Estoy completamente desnuda sobre su cama y le ayudo a quitarse ropa hasta que ella también queda a la intemperie.
No paro de jadear pero sé que Mamen no ha hecho más que empezar conmigo.
Agarra mis pechos y sus pulgares juegan con mis pezones. Los pellizca delicadamente, los chupa y los muerde. Jamás pensé que podría gustarme tanto que me mordieran los pezones.
Noto su coño mojado frotándose contra mi muslo.
Baja con su boca por mi vientre, me abre las piernas y muerde el interior de los muslos.
Sé que me va a matar pero tengo que pararle.
-Mamen…
Mamen me mira desde abajo. Tiene cara de “no me hagas esto otra vez, por favor”.
Le pongo carita de pena.
-¿Te importa si dejamos lo del sexo oral para otra ocasión?
Respira aliviada y suelta una suave carcajada.
-No, no me importa -dice sonriendo.
Invade con su lengua mi boca, juego con ella, le agarro el culo, le clavo las uñas. Estoy a mil y no sé muy bien por qué le he dicho que no quería sexo oral.
Ahora es ella la que frota su muslo contra mi sexo. Yo sigo notando su vello púbico rozándome la pierna. Mamen sube y baja con mucha energía. Su espalda está arqueada, parece un puente a punto de derrumbarse.
Su mano izquierda comienza a recorrer mi cuerpo: me agarra la nuca, baja la mano para hacerme una caricia en el cuello, sujeta mi pecho, me hace cosquillas en el vientre y me aprieta la cadera. Me quiero morir cuando pasea sus dedos por encima del hueso de la cadera, pero no se entretiene mucho ahí. Enseguida baja para acariciar el pelo de mi entrepierna.
Estoy sudando como en mi vida lo había hecho. Intercalo el jadeo con momentos en los que me quedo sin respiración. Creo que voy a perder el sentido cuando mete sus dedos, aquellos dedos que me hicieron el símbolo de la victoria el sábado, en mi coño.
Noto cómo resbalan, cómo entran y salen a su antojo.
Mamen no para de decirme cosas: que si estoy mojada, que si estoy cachonda, que si ahora voy a saber lo que es que me follen bien. Yo digo a todo que sí y que no pare.
Arqueo la espalda hasta el punto que creo que me voy a partir. Otro puente que cae producto del desenfreno.
Cojo a Mamen por los hombros y le obligo a tumbarse. Me siento a horcajadas sobre ella mientras cabalgo sobre sus dedos. Con la otra mano, continúa acariciando mis pechos.
-Bésame -le ordeno. -Bésame.
Mamen hace el esfuerzo por llegar hasta mi boca, pero no se lo pongo fácil. Acaba poniéndose de rodillas frente a mi y me besa casi con violencia.
Quiero gritar pero me parece de mala educación. No querría molestar a los vecinos.
También quiero saber cuándo acaba este polvo. No porque quiera que acabe, sino porque ya llevamos un buen rato y mi cuerpo quiere más. No tengo fin.
A Mamen se le debe estar cansando el brazo, pero no se queja. Tampoco se queja de que yo no la esté tocando, pero jadea igual. No entiendo por qué, pero tomo nota mental para preguntarle algún día.
Cuando parece que el placer alcanza su techo, sube otro escalón más. Y otro. Y otro. Se me va a salir el corazón del pecho. Dejo de moverme y empiezo a besar a Mamen con calma. Las orejas, los ojos, las mejillas que las tiene ardiendo. Apreto su cuerpo contra el mío y le susurro al oído que pare.
Mamen me mira extrañada.
-¿Estás bien?
Asiento con la cabeza. Trato de recuperar un ritmo de respiración que me permita explicarme.
-Sí, es que llevamos mucho rato dándole y tampoco quiero abusar de ti. Que yo no te he tocado nada y me parece injusto.
-¡Qué tontería, Nico!
Otra vez agacho la cabeza como una niña avergonzada. Mamen me agarra la barbilla y me obliga a mirarle.
-Vale. Lo dejamos por hoy.
-Me estaba gustando mucho pero no veía que llegara el orgasmo y me he asustado un poco.
Mamen suelta una carcajada que retumba en las paredes.
-Lo importante es que disfrutes del camino.
-Pues he disfrutado muchísimo.
Nos tumbamos en la cama. Los olores a perfume, sudor y sexo se entremezclan cargando el ambiente.
-Estoy aquí un ratito pero me tendré que ir luego.
-Sí -dice Mamen para luego besarme en la frente.
Cuando llego a casa aun me tiemblan las piernas. Son las 7. Un poco tarde para un lunes pero tengo la excusa pensada.
-Ya era hora de que llegaras -me regaña mi madre. -¿Se puede saber dónde has estado toda la tarde?
-Tenía que hacer un trabajo de la universidad. ¿No te lo dije?
-No, no me lo has dicho.
Quedamos las dos unos segundos frente a frente y en silencio. Ella no ha cambiado su gesto torcido y yo tengo miedo de que me huela algo que no ha olido hasta ahora.
-Me voy a la ducha.
-Sí, vete -me dice cuando paso por su lado.


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4 comentarios

  1. Ay, madre mía… Que las madres saben cosas… xD Pero no por nada, sino porque les damos todas las señales. Si es que Nico es transparente, la pobre 😛 Jaja. O bueno, no tan "pobre", visto lo visto 😛

    Aunque ahora estoy yo ocupando su lugar, y no se me va de la cabeza la chica del metro… jajaja

    Mua!

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