Capítulo 7: Punzadas en el estómago

Psicosomatizo demasiado. Estoy cagada de miedo tras el beso. Literalmente. Y necesito ir al baño.
-¿Estás bien, Nico? -me pregunta Mamen.
Niego con la cabeza.
-No, no me encuentro bien. Me duele el estómago.
-Salgamos afuera.
Sé que necesito aire fresco así que le hago caso. Veo a la mujer de la puerta que me sonríe con complicidad. No estoy para sororizar ahora mismo y lo ha debido notar.
-No me vomites en la puerta, ¡eh! -me dice.
Mamen me sujeta el cuerpo. Me duele tanto el estómago que camino doblada.
-¿Qué te pasa? ¿Quieres vomitar?
-No… -le contesto.
-¿Necesitas… -hace una pausa para encontrar la expresión adecuada, -hacer caca?
Me río lo cual me produce más dolor. Me he reído porque me hace gracia oír esa palabra salir de su boca. Es tan infantil y ella parece tan madura.
-Creo que sí.
-Entremos y vamos al baño. Daré codazos si hace falta.
Le digo que no con la cabeza.
-Ah, ya, eres de esas.
-¿De cuáles?
-De esas personas que no pueden hacer caca en sitios públicos.
Me río de nuevo. Más dolor. Asiento con la cabeza.
-Ven a mi casa. Es un lugar desconocido pero a estas horas no habrá nadie, estarás calentita y podrás sentarte en la taza.
Levanto una ceja.
-Podrás hasta comer en ella, que me ha tocado limpiar el baño esta semana -dice mientras hace el signo de la victoria con los dedos.
Me fijo en esos dos dedos levantados y me entra otro retortijón. La paradoja: su invitación me da más dolor de tripa, por lo que no tengo otra opción que aceptarla e ir a su casa.
Su casa está muy cerca del bar. O eso me ha dicho. Durante el trayecto no para de hablar y preguntarme qué tal voy. La verdad es que es muy atenta y logra distraerme. Hasta que no llegamos a su portal no me doy cuenta de que ya no me duele la tripa, pero es cruzar la puerta de su casa y, ay, vuelven los retortijones.
Tenía que haberme ido antes de subir.
-El baño -me dice señalando una puerta del pasillo.
Sonrío con los labios apretados al tiempo que le ruego con la mirada.
-No te preocupes. Iré a mi habitación. Ahí no oiré nada -dice antes de marcharse.
Mamen tenía razón, se podría comer en ese váter.
Me siento y evacuo de manera tan potente que dudo que no lo haya escuchado. Busco desesperada el ambientador y le doy tres o cuatro veces hasta que me ahoga el olor perfumado.
Salgo del baño y permanezco unos segundos en el pasillo. Lo último que querría ahora sería llevarme la estela de olor conmigo.
-¡Mamen! -la llamo.
-¡En la habitación del fondo!
¿Se supone que tengo que ir a su habitación?
-¡¡Ven!!
Mierda.
Camino pegada a la pared como si tuviera miedo a que me saliera un monstruo. El monstruo del sexo lésbico.
La puerta está entreabierta y la luz es tenue. Cuando entro me doy cuenta de que he caído en su trampa. Se ha quitado la ropa hasta quedarse con una camiseta de tirantes y unos bóxer. No lleva sujetador porque se le marcan los pezones.
-Tengo que irme a casa. Mis padres… -me muerdo la lengua antes de acabar. De nuevo he sonado infantil y me daría de bofetadas por ello. Pero, ¡un momento!, a mi qué me importa lo que piense Mamen si no me voy a liar con ella. No me voy a liar…
Mamen se acerca a mi. La luz de la lámpara le ilumina parcialmente acentuando el tono dorado de su piel. Al trasluz puede verse el terciopelo que conforma su piel, los vellos de los brazos y las piernas.
Sí, le estoy mirando las piernas. Y los brazos, y los pezones, el cuello, la boca.
-No temas -me dice. -Esto lo hemos hecho antes.
Me agarra la nuca, me lleva hacia ella y me besa igual que en el bar, pero antes de que me zafe, sube la intensidad, sus labios se hacen más tiernos y jugosos y mete su lengua en mi boca.
Me abandono por completo pero me siento torpe. Dejo mis manos muertas en su espalda. Pega su cuerpo al mío y me abraza con fuerza por la cintura. Hago lo mismo. Toco la piel suave y caliente de sus brazos. Mete sus manos bajo mi jersey. Tengo muchísimo calor y quiero quitármelo. Parece que me lee el pensamiento porque ha agarrado los bajos del jersey para quitármelo.
Cuando tengo la prenda en la cabeza, tomo conciencia de la situación. Como si al quedarme ciega hubiera adquirido el superpoder de la percepción.
-Para, para, para -le digo con una voz que sale ahogada desde debajo del jersey.
-¿Qué pasa?
-No puedo… Yo no soy… No soy como tú.
Salgo de la habitación y me pierdo por el apartamento en busca de la puerta para salir de ahí, para salir de este nuevo yo que no me gusta, que no soy yo, que le ha dado por salir ahora y que voy a guardar en un cajón bajo llave.
-Nico… -oigo a Mamen rogarme desde el rellano de su escalera.
Bajo las escaleras lo más rápido que me permiten las piernas, todavía temblorosas y salgo a la calle.
Son las 2 de la mañana y vomito lo último que me queda en el estómago.

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6 comentarios

  1. Me alegro de que los chicos también lean esto 😀
    Tienes razón en tu comentario y ya está cambiado por otro mensaje más neutro, pero piensa en ello cuando te encuentres algún mensaje escrito en masculino 😉

    Saludos y hasta el próximo martes!

    Nos seguimos por las redes, Alex.

  2. Deberían hacer una corrección al encabezado del blog (ese que se desliza mientras bajás por la página) que dice ¿Eres nueva? ¡Lee desde el principio! Ey que los chicos también leemos esto eh. Y sin ser del colectivo LGTB lo leemos también….Y agrego, en la escena del baño y el pasillo, más de uno saldría perseguido por el olor y riendo por dentro! Por el resto, EXCELENTE!!!! Saludos. Alex

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