Capítulo 14: Nostalgia

(¡) Este capítulo contiene trazas de sexo. Manejar con cuidado. Manténgase alejado de los/as niños/as.

Carolina no me ha mordido pero sí me ha dado un buen bocado de realidad. ¿Por qué estaría Mamen conmigo pudiendo estar con cualquier otra, incluso con Carolina? Ni soy especialmente atractiva, ni creo que sea sexy ni estoy segura de mi misma. Soy todo lo contrario a Carolina, aunque tampoco sé por qué me comparo con ella.

Sigo ensimismada en mis pensamientos cuando un grito de Ali me saca de mi encierro.
-¡Que nos piramos, joder!
-¿Qué pasa? -le pregunto a Mamen.
-Ali quiere irse de la fiesta porque está Carolina y no puede ni verla, por lo que sea, pero Laura se niega a que la flaca le marque la agenda. Le da igual quién esté en la fiesta, ella quiere divertirse.
-¿La flaca?
-Carolina.
-¿Así le llaman?
Mamen duda un momento.
-Así le llamaba yo -dice al final.
Siento una punzadita en el corazón, pero sé que no puedo reprocharle nada.
Al final, Ali se marcha dando un portazo y la gente nos mira a las cuatro como pidiendo explicaciones. Carolina nos sonríe con malicia mientras mete mano a su acompañante.

Nos encogemos de hombros, la música vuelve a sonar y la gente continúa a su rollo.
Laura está con los brazos cruzados y cara de pocos amigos. Ana se le acerca, le rodea con un brazo y le dice algo al oído, tratando de consolarle, pero Laura se zafa y le pide que le deje en paz. Acaba llorando y sale también de la fiesta, de manera más discreta que su novia. Ana mira a Mamen como pidiéndole permiso y Mamen le dice que vaya.
-¿Y eso qué ha sido? -pregunto extrañada.
-Ana lleva enamorada de Laura desde el principio de los tiempos, pero nunca se ha atrevido a decirle nada, por miedo a perderla como amiga. Por no arriesgar, se ha quedado en tierra de nadie. Peor, en la friendzone.
-Entiendo… -digo.
-Hace unos días hablé con ella y le dije que metiera una marcha más con Laura o se comería los mocos siempre. Ana, que sabe que no puede estar así enternamente, me dijo que sí, que lo haría. Así que ahora es una buena oportunidad.
-Pero… ¿y Ali?
-Ali es una zorra.
Arqueo las cejas y mis ojos se abren como los de un búho.
-Sí, Nico. Ese rollo que tiene con Carolina no es normal y tampoco es que fuera una santa antes de ponerse a salir con Laura.
Sigo estupefacta.
-Cielo, aquí nos conocemos todas y sabemos de qué palo va cada una. Laura también. Otra cosa es que lo quiera ver o no.
-¿Crees que Ana tiene opciones con Laura?
Mamen mira hacia el techo como si tratara de calcular la raíz cuadrada de 5698.
-Si juega bien sus cartas, a lo mejor. Aunque todo depende de Laura.
Quedamos en silencio unos segundos hasta que me lanzo.
-Tú sabes mucho de tías, ¿verdad? -le digo.
Mamen se ríe tan fuerte que todas las chicas de la fiesta vuelven a mirarnos. También Carolina a la que se le borra su sonrisa maliciosa.
Pintamos poco en la fiesta y nos vamos con un vaso de alcohol en cada mano y los bolsillos llenos de patatas y chucherías que cogemos a puñados antes de salir.
-¿Vienes a mi casa? -me pregunta Mamen.
-No te molestes, eh, pero preferiría que no. A pesar de lo de hoy, conozco a mi madre y sigue con la mosca detrás de la oreja. Además… Estoy con la regla -le confieso con timidez.
Mamen no oculta su decepción así que insisto.
-Me da mucha pereza estar tan a gusto en tu cama y tener que salir en mitad de la noche para volver a casa.
-Ya… -acaba diciendo Mamen.
Paseamos en silencio en dirección a mi barrio.
-Supongo que ahí nace el mito de que las lesbianas nos mudamos juntas muy pronto -dice Mamen. -En realidad, lo que ocurre es que queremos vivir nuestra relación de manera libre, sin horarios, sin escondernos, con normalidad…
Caminamos juntas pero sin darnos la mano. De vez en cuando, nos inclinamos hacia la otra para que nuestros cuerpos se toquen como quien no quiere la cosa. Cada vez los tumbos son más fuertes, reímos, chocamos los hombros y al final finjo estar en un concierto heavy y salto hacia ella. Casi me caigo porque ella no para de reír y se tiene que agachar porque le duele la tripa.
-Ay, Nico, qué tontita te pones a veces -me dice Mamen cuando al fin dejamos de reír.
Me vienen las palabras de Carolina a la mente. “No encajas en su vida”.
-Mamen…
-Dime.
Me quedo callada. Dudo si decirle algo.
-Dime -insiste Mamen alargando con impaciencia la i.
-¿Qué haces conmigo?
Mamen se para en seco y me mira como si no me conociera. Luego se lleva la mano a la barbilla y piensa un rato.
-Uy, tienes que pensarlo. Eso es malo -le digo. Estoy acojonada. Le he hecho pensar, racionalizar lo nuestro, y ahora caerá en la cuenta de que no sabe qué hace conmigo, que no le aporto nada, que yo qué sé.
-Déjalo -le pido.
-No, espera, que me sé la respuesta.
Me giro hacia ella con un escudo protector. Es débil, pero espero que el impacto no sea muy duro.
-Me gustaste desde el principio. Me pareciste mona.
Se me saltan las alarmas de la friendzone cuando me dice que soy mona.
-Parecías una niña perdida y me entraron unas ganas tremendas de cuidarte.
De repente, me entra una nostalgia no sé muy bien de qué. Pero Mamen está ahí para recordármelo.
-¿A quién buscabas cuando me viniste a saludar en el bar la primera vez?
Durante unos tres segundos, mi corazón deja de latir.
-A nadie -respondo con la sensación de que me han pillado haciendo algo malo.
-Venga, ya, Nico. Alguien sería. Me confundiste con otra.
Trato de recordar a la chica del metro pero sólo veo la cara de Mamen en el cuerpo atlético de aquella muchacha con la que cruzaba miradas en el suburbano.
-Buscaba a un fantasma.
Mamen frunce el ceño y al instante siguiente rompe a reír.
-Mira que eres rara, Nico.
Nuestros pasos nos han llevado a mi barrio sin comida ya en los bolsillos.
-¿Crees que habrá alguna cortina con ojos a estas horas o te puedo besar sin miedo? -pregunta Mamen.
Miro a mi alrededor y luego reparo en su mirada cálida.
-Ven -le digo.
Abro el portal y nos metemos dentro. Nos besamos con dulzura pero ya no sabemos estarnos quietas. Meto mi mano bajo su ropa.
-Joder, está helada.
-Perdona -me disculpo.
No tardo en entrar en calor y vuelvo a meter la mano.
-¿Mejor?
Mamen asiente con la cabeza sin dejar de besarme y frotarse contra mi. Yo estoy tan húmeda que siento que el tampón se me va a salir.
Recorro su espalda con mi mano, logro desabrocharle el sujetador en sólo tres intentos y paso a acariciarle el pecho.
-Me tienes pillada, Nico -me dice Mamen.
Continúo con el asombroso viaje de mi mano por su piel, calientes las dos. Desabrocho los botones de sus vaqueros y comienzo a tocarle la entrepierna por encima de la braga, que ya está mojada. Mamen empieza a jadear. Sus piernas tiemblan y apenas puede mantenerse en pie. Arquea el tronco  y se apoya en la pared de mi portal con la parte alta de la espalda, mientras mantiene las piernas abiertas y casi en ángulo recto.
Meto el meñique por debajo de la braga a la altura de su ingle y Mamen lanza un grito ahogado. Le tapo la boca con la izquierda mientras meto la mano por debajo de la braga. Uno, dos, tres dedos en su interior, subiendo y bajando, entrando y saliendo.
Se cuelga en mi cuello y muerde mi chaqueta para evitar gritar. Le sujeto del culo para que no se caiga.
En los últimos momentos, me mira a los ojos y abre la boca como para soltar un grito. Temo que lo haga y despierte a todo el vecindario pero Mamen ha enmudecido.
Quedamos un rato abrazadas hasta que recuperamos el aliento.
-¿A esto te referías con lo de que te daba pereza volver a casa después de un polvo? -dice Mamen cuando va a marcharse.
Le pido perdón con la mirada y le doy un último beso de buenas noches antes de que salga a la calle.

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