Capítulo 37: Devoción

Camino en una nube hasta llegar a casa. Ni la mochila me pesa. De vez en cuando, recuerdo a Carla y sonrío.
Mis padres trabajan así que no hay nadie en casa a estas horas. Me despojo de la mochila y de la ropa y me meto directa a la ducha.
Una idea cruza mi cabeza como un rayo: ¿Y si no me llama?
-Nico, no empecemos.
Trato de poner la mente en blanco. Me concentro en el agua que cae tibia sobre mi cuerpo y hace carreras por mi piel. Una de esas carreras se escurre por el interior de mis muslos y acaricia mis labios. Intento recordar cuándo fue la última vez que alguien me tocó con esa suavidad.
Me apoyo en la pared y pienso en Carla. La pienso con tanta intensidad que casi la noto junto a mi, con sus pechos pegados a mi espalda, acariciándome, recorriendo mi cuerpo con sus dedos. Mantengo los ojos cerrados tratando de retener esta sensación, pero el tono de llamada de mi teléfono me saca a patadas de mi ensoñación.
-Joder.
Está en el lavabo, así que saco medio cuerpo de la ducha y lo cojo. El contraste del aire frío más allá de la mampara de la ducha hace que se me erice la piel y los pezones. Miro la pantalla pero mi móvil no reconoce el número.
-¿Sí?
-¿Nico?
-Sí, soy yo.
-Hola, soy Carla.
Al otro lado del teléfono, Carla debe oír algo así como un golpe, unas cuantas palabrotas y un grifo que se cierra.
-Hola, Carla -digo entre jadeos.
-¿Te pillo en buen momento? Parece que… ¿Te has caído o algo?
-No, no… Bueno, un poco. Estaba en la ducha, pero ya he salido.
-Lo siento, no quería…
-No, no, está bien. Sólo estoy un poco sorprendida. ¿Quién de nuestra generación llama por teléfono? -intento sonar vacilona pero no estoy segura de que Carla me haya entendido.
-Yo sólo quería oír tu voz.
Me golpeo imaginariamente en la cara unas cuantas veces.
-Me alegro de que lo hayas hecho. Es una cosa que se está perdiendo.
Más golpes imaginarios.
-Pensabas que no te iba a llamar, ¿verdad? Quería quitarte esa incertidumbre lo antes posible.
-Pues te lo agradezco mucho.
Nos quedamos un momento en silencio hasta que ella vuelve a hablar.
-Ponte una toalla, por favor. Que parece que te veo que me estás hablando en pelotas.
-Para nada -le digo mientras cojo el albornoz y me lo pongo haciendo malabares para no soltar el teléfono.
La oigo respirar al otro lado.
-¿Quedamos esta tarde?
Me sorprende tanta decisión. Me sorprende y me encanta porque no tiene miedo a dejar en evidencia que está loca por verme.
-Sí -le digo con la misma decisión.
-Me apetece hacer una cosa que no he hecho en mi vida y tiene delito.
-¿El qué?
-Ver atardecer en el Templo de Debod. ¿Te hace?
-Me hace -respondo tratando de hacerle llegar mi sonrisa de oreja a oreja.
-Pues luego te llamo. O te escribo. Aun no lo he decidido.
-Vale, Carla. Lo que quieras. Yo voy a estar todo el día mirando la pantalla del móvil.
Colgamos y miro mi reflejo en el espejo. Jamás me había visto tan guapa.
Me siento tan feliz que me decido a hacer la comida para cuando lleguen mis padres. No me salgo de mi zona de seguridad y preparo pasta carbonara.
Parece que me ha salido rica porque la devoran.
Sufro un interrogatorio sobre mis días en el pueblo y les pido que no disimulen porque sé que hablaban a diario con mis tíos.
-No hace falta que me encerréis en un psiquiátrico.
-¿Por qué íbamos a hacer eso? -disimula mi madre.
-Porque pensáis que la chica del metro está sólo aquí -les respondo golpeándome la sien con el dedo índice.
-Raúl nos dijo que no hay rastro de ella -dice mi padre.
-Pues sí lo hay. Voy a quedar con ella esta tarde.
Mis padres se miran confusos.
-¿La has encontrado?
Asiento con la cabeza.
-En el metro. ¡Dónde si no!
Siguen mirándose confundidos y con cierto temor en sus ojos.
-Antes de que penséis que esto también me lo he inventado, mirad -les enseño su número de teléfono.
-Podría ser cualquiera -dice mi padre.
Les debe parecer un juego muy divertido esto de hacerme pasar por loca, pero estoy dispuesta a hacerles un zas y llamo a Carla. Pongo el teléfono en manos libres y escuchamos los tonos pacientemente hasta que Carla descuelga.
-Hola, Nico, espero que no estés desnuda mientras me llamas.
Mi cara palidece, mis orejas se mueven por el asombro y los ojos de mis padres están a punto de salirse de las órbitas. Agarro el teléfono lo más rápido que puedo y desactivo la función de manos libres.
-Hola, Carla. Te han oído mis padres.
-Ups.
-Sólo quería demostrarles que existías.
-Bueno, creo que ha quedado claro, ¿no?
-Sí. Gracias. Hablamos luego, ¿vale?
-Chao.
Lentamente, guardo el móvil en el bolsillo y evito en todo momento el contacto visual con mis padres, que tampoco saben muy bien qué decir.
-Parece maja -dice por fin mi padre.
Estoy bastante nerviosa por la cita. No sé qué ponerme. Tengo las puertas del armario abiertas de par en par y nada me parece lo suficientemente sexy y mono y cómodo y casual para ponerme. Tampoco es que tenga una gran variedad de prendas. Vaqueros, camisetas y camisas.
-Necesito a Raúl.
Le escribiría pero quiero guardarme la sorpresa.
Pongo de fondo algo de música para entonarme y en el aleatorio de mi reproductor comienza a sonar La Buena Vista.
Opto por unos vaqueros ajustados y una camiseta de tirantes un poco holgada con la que se me ve el sujetador por la sisa. Siempre me pongo esta camiseta con el único sujetador con encaje que tengo.
Las tripas me rugen y empujan hacia abajo. Voy al baño y me llevo el móvil.
-Estoy nerviosa -le escribo a Carla.
No espero que me conteste y por eso me sorprende el sonido cuando estoy sentada en la taza.
-Yo no. Sé que todo va a salir bien.
Esta tía me gusta mucho. Se le ve una tipa fuerte. Lo intuí en el metro hace meses y lo he constatado esta misma mañana. Por su manera de ser, de hablar conmigo. Por todo lo que ha pasado. Le ha debido curtir el carácter. No sé si era así antes, pero me gusta esta Carla.
Me viene a la cabeza Vero y su Virgen de las Nieves. “Que la vida no te de lo que puedas soportar”.
El tiempo todo lo cura. Separa lo que tiene que separar y une lo que tiene que estar unido.
Me peino, me maquillo y me pongo guapa para salir con la chica del metro.
Estoy tan nerviosa que acudo a la cita quince minutos antes. Tampoco tengo que esperar mucho porque ella llega un poco más tarde que yo. Viste unos shorts negros y una camisa sin mangas verde aguamarina que le sienta genial. Deja al aire sus hombros y su nuca y me dan ganas de morderlos.
Nos damos dos besos y evitamos tocarnos porque tenemos las manos sudorosas y nos tiembla todo el cuerpo.
-¿Y esa mochila? -le pregunto.
-Para el picnic. He traído una toalla y algo para picar.
Joder, qué lenta he estado. Podía haberme marcado un puntazo con ella pero no he caído en esto.
-Si no estoy yo… -dice Carla leyéndome la mente.
Me sonrojo pero no le aparto la mirada.
-¿Te importa si nos hacemos un selfie? Es para mi mejor amigo.
-Sin problema -responde sonriente.
Nos colocamos para que salga el templo de Debod a la espalda y la foto resulta preciosa: por nuestras sonrisas, por el escenario y por esa luz rojiza y suave que nos trae este sol del atardecer.
Se la envío a Raúl y nos vamos en busca de un buen sitio.
No nos resulta sencillo encontrar un sitio con sombra y con buena panorámica del sur de Madrid, pero logramos dar con él.
Extendemos la toalla y sacamos las bolsas de patatas y bebidas que ha traído Carla.
Nos hemos ido contando un poco qué hacemos con nuestras vidas, familias y demás. El asunto de su enfermedad es como el elefante en la habitación. Está ahí, las dos lo sabemos, pero ninguna saca el tema. Cuando por fin nos sentamos, Carla se lanza.
-Aquel día en que me perseguiste por el metro, te hubiera matado. Ese día, empezaba la quimio y cambiaba mi rutina. Yo también fui valiente una vez y me decidí a hablarte, pero aquella misma tarde me detectaron cáncer de colon y todo cambió. No quería dejar de verte, pero tampoco podía ir a más contigo. Sentía que no tenía derecho a empezar con una chica para que nuestra relación al final se centrara en mi enfermedad. ¿Y si no salía de aquella? Moriría con un cargo enorme en mi conciencia.
-Entiendo… -me deja loca que hable de su propia muerte. Me acojona, más bien.
-Se me hubiera olvidado tu cara si no fuera por esto -dice mientras saca su móvil.
Busca algo y me enseña la pantalla. Veo una imagen mía mirando a no sé dónde en el vagón del metro.
-¿Me hiciste una foto?
-Espeluznante, lo sé -dice volviendo a mirar la pantalla, -pero me ha salvado en muchas ocasiones. Pierdes un poco la cordura entre goteros. Miraba la foto casi con devoción. Tú eras mi virgencita.
Al decir esto, me mira con dulzura.
-Bueno, virgencita precisamente…
Sonríe y agacha la cabeza avergonzada, aunque la avergonzada debería ser yo.
Hay muchos silencios. Nos quedamos sin hablar y simplemente nos miramos, nos observamos, nos deseamos.
El cielo rojizo da calidez y serenidad a la escena. Bajo la sombra de los árboles parecemos un cuadro de Monet.
-Siento mucho haber dudado de tu existencia.
-Chica mala.
-Tengo excusa: iban todos contra mi.
-No querían que sufrieras.
-Eso decían. Van a flipar cuando te vean.
-Eh, ¿ya me quieres presentar a tu gente? Vas un poco rápido. Ni siquiera nos hemos besado.
La sola idea de besarle ya me pone nerviosa y no tengo ninguna intención de calmar mis ansias.
-Eso se soluciona rápido -le suelto.
Carla se ríe.
-Perdón, he sonado un poco babosa. La verdad es que no quiero ir rápido contigo. No quiero cagarla -rectifico.
-Yo tampoco. Pero confieso que tengo unas ganas locas de besarte.
Sin disimulo alguno, me humedezco los labios con la lengua e inclino un poco la cabeza. Carla sonríe y se le encarnan las mejillas. La vergüenza no le frena y se acerca a mi. Se pone de rodillas y apoya una mano al otro lado de mi cuerpo. Me atrapa y me dejo atrapar. Se acerca lentamente a mi cara pero no cierra los ojos hasta que me besa en los labios.
En dos segundos, me pierdo en su boca y mi lengua juega con la suya. Le acaricio el hombro y está ardiendo. A la misma temperatura que mis mejillas, más o menos.
Se me pasan mil cosas por la cabeza: pensamientos, sentimientos y recuerdos de todo lo que he acumulado de los últimos meses. Siento como si llevara una maleta muy pesada a cuestas pero que de repente se volatilizara y me sintiera más ligera que nunca.
Sujeto la cara de Carla y tiro de ella para que se tumbe encima de mi.
Jugamos con los labios de la otra un buen rato hasta que perdemos la noción del tiempo. Ella apoya su cabeza en mi pecho y pone una mano sobre mi corazón en un intento de calmarlo y que vuelva a su ritmo habitual.
-Que digo que… -rompo el hielo- lo de que no quería ir rápido contigo es un decir, eh.
Carla se ríe de nuevo.
-Estos meses he aprendido que no tenemos todo el tiempo del mundo, así que te tomo la palabra.
Mi móvil vibra entre nuestros cuerpos. Tengo un mensaje de Raúl. Lo leo y se lo enseño a Carla.
“Preciosas. Se os ve felices”
-Tiene razón -dice. -Lo somos.
Nos quedamos tumbadas y abrazadas observando cómo el sol se pone lentamente por el horizonte dejando paso a una noche suave y eterna.
FIN.
Comparte con cariño este diario

16 comentarios

  1. Muchas gracias, LsK! Al final recopilé la historia en un libro, le añadí un par de capítulos nuevos y un relato inédito y lo puse A la venta en Amazon, donde ha tenido muy buena acogida.
    Pronto publicaré una segunda novela. Permanece atenta aquí, en la web nicoporfavor.com o en mis redes sociales 🙂

  2. Muchas gracias, LsK! Al final recopilé la historia en un libro, le añadí un par de capítulos nuevos y un relato inédito y lo puse A la venta en Amazon, donde ha tenido muy buena acogida.
    Pronto publicaré una segunda novela. Permanece atenta aquí, en la web nicoporfavor.com o en mis redes sociales 🙂

  3. he quedado encantada descubrí a nico hoy y en menos de tres horas he acabado con la historia es simplemente genial no dejes de escribir 🙂 #MásNicoPorFavor

  4. Magnífica historia. Ágil, directa, entretenida, con sentido y sentimiento, narrativa estupenda y mejor estilo. La he disfrutado de principio a fin. Mi enhorabuena, me ha encantado. Y, ahora… #MásNicoPorFavor(por favor) :O)

  5. Muchas preguntas tienes tú, Carlie xD
    Casi tantas como las que me quedan a mi. Y sólo tengo una manera de responderlas: seguir escribiendo.

    Muchas gracias por acompañarnos a Nico y a mi en este viaje.

    Un abrazo!

  6. He tenido esta teoría pero me lo confirmas, las lesbianas somos rápidas al entablar una relación.
    Ohh mi Nico, casi que quiero abrazarte y brincar de felicidad contigo por haber encontrado a tu chica del metro.
    Es triste saber que Carla pasó por algo tan difícil pero afortunadamente tiene la oportunidad de empezar una feliz relación. Me quedo con algunas dudas, será que el pasado chulo de Nico no será tema de pleito con Carla? digo, porque nos gusta hacerla de tos aunque sea en el pasado, Que dirá la madre de Nico cuando conozca a Carla? y el padre???. Y la mendiga Mamen? (aunque la odie). A ver si alguien hace un fanfic de esta blognovela xD jajaja es broma.
    Muchas gracias autora por regalarnos esta hermosa historia, espero que el fin de esta no suponga el fin de todo, espero de verdad poder seguir leyéndote. Mis respetos chica! te extrañaré los martes y viernes T-T

    Saludos!!!!!!

  7. Hermoso final, para esta historia maravillosa!!!
    Gracias por compartir este viaje de Nico, un relato muy bien trabajado, con la dosis justa de ternura y cotidianidad necesaria.
    Felicitaciones!!!

  8. Ves que al final sí hubo foto. Aunque la chica del metro es más lista, ya la había sacado.
    Bien está lo que bien termina.
    Un placer divertido leerte.
    Abrazo!!!!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.