Capítulo 31: Rebobine, por favor

Mi padre tiene un vídeo VHS. Le tiene un aprecio tremendo porque le costó una pasta y porque tiene mando a distancia. También tiene una gran colección de cintas VHS que no ve por miedo a estropearlas. Hace no mucho me enseñó cómo funcionaba. Metió la cinta de “La princesa prometida” y le dio al play. La calidad de la imagen era pésima pero le daba una curiosa textura que encajaba muy bien con aquella película. La vimos sin pestañear. Cuando acabó, le pedí que pusiera la escena de la lucha de esgrima porque me había encantado. La cara de mi padre fue un poema. Se puso las gafas, localizó en el mando el botón de rebobinado y la cinta comenzó a hacer un ruido bestial.
-¿Qué ocurre? -le pregunté asustada.
-Se llaman cintas por algo. Dentro de la carcasa hay una cinta con la película impresa. Ahora está recogiéndose en uno de los carretes hasta que llegue al final o hasta que yo le de al stop cuando crea que he llegado a la parte que quiero.
Me costó pillarlo porque llevaba toda la vida escuchando CDs, saltando de una canción a otra sin tener que esperar o calcular cuánto tendría que dejar correr una cinta. Con los DVD igual, claro. Tardó un rato en encontrar la escena, avanzando y retrocediendo la cinta un par de veces, pero cuando lo hizo, disfruté el doble.
Es de esto de lo que me acuerdo cuando huelo el pelo de Mamen mientras me susurra al oído que quiere volver, que no puede vivir sin mi, que me echa de menos.
Salto de un track a otro de nuestro CD personal. Nuestro primer beso. El último. Mi primera vez, mi primer desnudo, mi primera relación. Mi primera despedida. Si estuviéramos en la época del VHS, ¿merecería la pena el esfuerzo y la espera de rebobinar la cinta de nuestra relación para recordar los mejores momentos?
Parece que pasa una eternidad, pero apenas han sido unos segundos. Me despego súbitamente de Mamen.
-Tengo que irme -digo y salgo de inmediato a la calle.
Busco a la chica del metro pero no la encuentro. Corro de un lado a otro de la calle, tratando de averiguar por dónde ha podido irse. Mentalmente, rebobino hasta el día que la vi por primera vez. O mejor dicho, que se mostró a mi, que me eligió para verla, para ser suya, para que quedara atrapada en mis ojos para siempre.
-Nico -oigo que me llama Mamen que ha salido detrás de mi.
-Ahora no, Mamen.
Corro hacia el otro extremo de la calle. Nada. Ni rastro.
Empiezo a moquear. He salido sin la chaqueta y está refrescando. También me lloran los ojos.
-Traté de llamarte, pero no me contestaste -comienza a hablar en mitad de la calle.
-Vamos, ¿dónde te has metido? -me digo a mi misma corriendo de nuevo hacia la otra esquina.
Veo a un grupo de gente y me acerco a ellos. Les llamo, se giran pero ninguno de ellos es la chica del metro. Me miran raro porque se me cae una lágrima. Doy una vuelta sobre mi misma. Luego otra. Sigo moqueando pero ya no es por el frío.
-Entra en el bar, que te vas a enfriar -me pide Mamen.
-¡Te quieres callar! -le grito mientras me dirijo hacia ella con furia. -Lo has vuelto a hacer.
Mamen me mira confundida y con un poco de miedo. Da un paso hacia atrás.
-¿Hacer qué?
Me pongo a su altura y de repente me parece muy pequeña aunque siga mirándole desde abajo.
Alarga su mano para tratar de tocarme, pero la retiro.
-Joderme la existencia.
Parece que empieza a comprender por qué he salido del bar.
-¿Estás con alguien?
Le miro con condescendencia.
-¿No te lo han contado tus amigas? ¿No te han dicho que ahora soy una guarra que se tira a todo lo que se menea?
-Sí, me lo han contado, pero tú no eres así, Nico.
-¿Ah, no? Pregunta a cualquiera.
-Sé lo que has hecho. Y también sé por qué lo has hecho.
-¿Por qué?
-Porque querías olvidarme.
Le miro desafiante.
-Así es, Mamen. ¿Y sabes qué? Lo había conseguido. Pero has tenido que aparecer justo ahora, cuando estaba buscando a otra persona. Igual que hiciste la primera noche que nos vimos, ¿recuerdas?
-Sí… -dice Mamen en voz baja.
-¡Nico!
Raúl y Sergio salen del bar con mi chaqueta en la mano.
-Genial. Un happening -dice Mamen.
-¿Todo bien? -pregunta mi amigo mirándome para que le de alguna pista.
-Sí. Mamen sólo quería volver conmigo después de haberme dejado tirada cuando estaba en Londres.
-A mi también -dice Sergio tratando de relajar el ambiente sin éxito. Raúl le reprende en silencio.
-Si esto va a ser un todos contra mi, mejor me piro -dice Mamen antes de girarse y emprender el camino de vuelta al bar.
-Eso es lo que haces mejor: pirarte -le lanzo el misil directo a su diana.
Mamen se para en seco. Tiene la cabeza agachada, derrotada. Me da lástima. Se gira sobre sí misma y Raúl le dice a Sergio que deberían apartarse para dejarnos a solas.
Mamen camina y se acerca a mi.
-Lo hice como el culo. Lo sé. Fui cobarde, te mentí, pero llegaste en un mal momento. Tenía otros planes.
-Para, para -le pido. -Yo no llegué en ningún momento. Fuiste tú la que me atrapaste sabiendo de sobras que no podías o no querías permitirte una relación.
-Ya lo sé, Nico, pero yo… Yo sólo quería… -Mamen se atasca.
-¿Qué querías, Mamen?
-Mira, lo siento, siento todo aquello, siento lo de Londres. Te pido que lo olvides y que empecemos de nuevo -me dice mientras me agarra de las manos.
-Te quise mucho, Mamen. Y a día de hoy aun te tengo mucho cariño. Aprendí contigo, viví cosas increíbles, pero ya está. Se acabó. No podría empezar de nuevo contigo, ni continuar lo que tuvimos porque no me fío de ti.
Se lo digo de verdad, mirándole a los ojos. Ella me suelta las manos y frunce el ceño. No está enfadada, ni molesta. Al menos, no lo parece. Está triste porque le acabo de romper el corazón.
-Lo siento, Mamen -le digo lo más delicadamente posible. -Ahora eres tú la que llegas en mal momento.
Agacha la cabeza porque no quiere que la vea llorar.
-Está bien -dice mientras se sorbe las lágrimas.
-Nico, ¿nos vamos? -me pregunta Raúl al otro lado de la calle.
Me pongo la chaqueta y dejo a Mamen llorando.
-Lo siento, de verdad, pero no me apetece rebobinar porque tardaría mucho en encontrar el punto exacto donde querría continuar lo nuestro.
Soy consciente de que Mamen no comprende mi metáfora, pero estoy segura de que esta no es la última vez que hablaremos. Madrid es un pañuelo.

Rebobino la cinta por completo y la coloco en el estante de las relaciones pasadas, cogiendo polvo, a la espera de que algún día la saque y la vea de nuevo, con tranquilidad, serenidad y un nuevo bagaje a mis espaldas.

-¿Por qué has salido del bar? ¿Pensabas irte sin decirnos nada? -me pregunta Raúl cuando emprendemos el camino de vuelta a casa.
-No, es que me pareció ver a la chica del metro.
Raúl resopla con impaciencia.
-Nico, hazte un favor y deja de perseguir fantasmas.
Gruño para mis adentros porque mi excusa para dejar a Mamen con el corazón roto se me ha vuelto en contra: Madrid es un pañuelo… salvo cuando buscas desesperadamente a alguien.

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6 comentarios

  1. Nicoooo apuntate un diez!! genial! una buena lección a Mamen, pero bueno. Ojala cada quien encuentre a su tal. Y ya por favor no nos hagas sufrir, esa chica del metro se hace del rogar para por fin reencontrarse con Nico T-T

  2. Bien, Nico, bien. Vuelve al origen, rebobina. Y que Mamen no te líe.

    Pero lo ha vuelto a hacer… ¬¬

    Por cierto, qué jovenzuela Nico. Yo soy una viejuna, que sí que he usado el VHS xDDD De hecho no tuvimos DVD hasta que al VHS se le rompieron los cabezales (eso era una especie de hecatombe) XD

  3. Diosssssss, esta novela me va a matar. Muy bien nico poniéndole los puntos a mamen, muy valiente. Ojala que encuentre rápido a la chica del metro porque me va a dar algo

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